En los últimos años, la sociedad uruguaya ha perdido de diversas formas, a una gran cantidad de estudiantes y trabajadores. A nivel de adolescentes, la vía por la cual más sufrimos ese perjuicio, ha sido (y es) la de los siniestros de tránsito.
A raíz de las pérdidas por este flagelo, se han tomado medidas preventivas y reactivas con el fin de mitigar el daño y reducir los índices.
No obstante, Uruguay continúa siendo uno de los países que presenta el mayor índice de mortalidad infantil y adolescente en Latino América.
Si bien la siniestralidad está considerada como un problema epidemiológico de salud, donde el huésped puede llegar a ser un niño y donde el vector son los vehículos, también lo son un problema ético; ya que la acción imprudente de una persona, puede involucrar a otros y estos sufrir las consecuencias de la decisión tomada por aquel.
Las cifras evidencian la insuficiencia de las medidas adoptadas por los organismos responsables, y nos recuerdan año a año que si queremos resultados distintos, no podemos continuar haciendo lo mismo.
Las creencias (personales y colectivas) y las referencias en cada individuo generan cambios de todo tipo, incluso en sus valores y reglas personales, y esos valores y reglas repercuten en la toma de decisiones y a consecuencia en su conducta o comportamiento.
Ese patrón de conducta, termina afectando positiva o negativamente a la movilidad, la seguridad y la salud, tanto personal como colectiva.
Por ello, es imprescindible que la gestión de la prevención sea efectuada a largo plazo, donde -en el caso de la formación- el adolescente se encontrará consolidando la adopción de hábitos, actitudes, valores y herramientas aprendidas en primaria.
Por último, ninguna formación en seguridad vial será eficaz, si ésta se aplica con base en el deber del cumplimiento normativo y si no se involucra al estudiante, dándole un espacio para expresarse y ser escuchado. Es imprescindible transmitir una educación vial pragmática, contemplando los aspectos del contexto socio-cultural de la ciudad donde habitan y apostando a generar actitudes y valores viales que trasciendan el orden normativo.
CARACTERÍSTICAS DE LA ADOLESCENCIA QUE CONTRIBUYEN A QUE LA SINIESTRALIDAD VIAL, SEA LA 1er CAUSA DE MUERTE EN ESTA ETAPA
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Relación paterno-filial (ausencia o disfunción de la comunicación efectiva).
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Más sensibles a la publicidad, mensajes mediáticos, sobre todo a “influencers” de las redes sociales que (en ocasiones) son contravalores favorecedores de la inseguridad.
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Normalmente son conductores novatos
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Diferente escala de valores asociada a la conducción (libertad, independencia, autonomía, individualismo, adrenalina, superación de desafíos, etc.).
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Distinta lógica para el raciocinio
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Necesidad de aceptación del grupo
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Mayor necesidad de autoestima
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Inestabilidad personal de los objetivos
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Mayor rebeldía
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Conflicto interno en la aceptación y cumplimiento de algunas normas
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Mayor consumo de alcohol y otras drogas
Consideramos que el hogar y la familia del adolescente, es el entorno y el grupo donde se debe atender toda esta problemática. No obstante, es necesario que las instituciones de enseñanza formal y no formal, intensifiquen e incrementen su compromiso con la educación vial, para que así, nuestra sociedad adquiera cada vez más, una cultura preventiva, inclusiva y sustentable.